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—Quién sabe —dijo la Maga—. A mí me parece que los peces ya no quieren
salir de la pecera, casi nunca tocan el vidrio con la nariz.



«Es tan violeta ser ignorante»,
pienso resentida.
Aunque lo mas violeta es ser tratada por tal
sin tener culpa ninguna.
 
(y es que hace tiempo que decidí
sin proponermelo
que prefería pasar por tonta
que intentar explicar
mis ironías y mis sarcasmos,
aunque a veces se me olvida
y entonces todo se tiñe de violeta...)

y sé que sólo hay que respirar profundamente
y el violeta se deshace,
se va por ahí como los peces,
se divide en multitud de rombos violeta,
manchas violeta contra el sol
y el sol se llamaba Ra (pregunta de trivial
o comodín para hacer autoindefinidos
los domingos)

Pero,
como te decía,
a veces se me olvida
y no sé ni respirar profundamente,
ni buscar el vidrio para apoyar la frente
y olvidar los olvidos,
olvidar las ofensas y los malentendidos...
olvidar que el violeta al final es sólo una sensación
y que mis dudas,
por ser precisamente de ese color,
consiguen sacarme la sonrisa...


pero de todos modos siempre quedaba la mancha violeta
por un momento,
ganas de llorar,
algo que duraba el tiempo de sacudir el cigarrillo
con ese gesto que estropea irresistiblemente las alfombras,
suponiendo que las haya.