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Con una mano lejanísima y libre le acariciaba el vientre, iba y venía por

los muslos, jugaba con el vello, enredaba los dedos y tiraba un poco, suavemente
 
 

Y aunque no sé cuando fue
sé que hubo un día en el que descubrí que yo era Pola.
Como cuando de pequeña quieres ser la princesa encantada
y descubres que bien podrías ser la hermanastra mala.
Como cuando querrías ser La Maga
y descubres que tienes mas papeletas para ser la bruja malvada.
Como cuando una mano anda por tu espalda,
baja lentamente, jugando a la araña
y decides olvidar lo que está bien y lo que está mal,
porque en realidad lo único que puedes hacer es dejarte llevar.
 
Y aunque no sé cuando fue
sé que hubo un día en el que intuí que podía ser Pola
quizás cuando la caricia me penetraba despacio,
desde otro plano;
y descubrí esa hora del lujo, del surplus,
ese morderse despacio,
ese buscar el contacto con delicadeza de exploración,
con titubeos fingidos,
ese apoyar la punta de la lengua contra una piel,
y clavar lentamente una uña, o todas,
y murmurar...
murmurar cuando ya no se puede hablar...

Y aunque no sé cuando fue
sé que hubo un día en el que temí ser Pola.
Tal vez cuando me pregunté si también
y no fui capaz ni terminar de deletrear la pregunta
ni de pronunciar las palabras
que encadenadas en mis miedos
me decían que hay cosas que no se deben preguntar
porque si nuestra pregunta queda sin respuesta
las dudas bailaran y bailaran en nuestra cabezas
hasta hacernos enloquecer entre los celos y las certezas que creemos poseer
con ese analizar las palabras dichas y las calladas
abriéndolas con bisturís imaginarios
que a veces nos cuentan mas de lo que podemos soportar
y que a veces nos cuentan mentiras al ver que somos incapaces de soportar la verdad.

Y aunque no sé cuando fue
sé que hubo un día en el que supe que sería Pola.
y descubrí que lo único consolador a esa hora era el silencio,
quedarse así uno contra otro,
oyéndose respirar,
y que la única manera de sobrevivir sería viajando de cuando en cuando
con un pie o una mano
hasta el otro cuerpo,
Olvidando esas verdades que sabemos pero que no queremos ver,
olvidando las realidades de nuestras rutinas y emprendiendo
blandos itinerarios sin consecuencias,
restos de caricias perdidas en la cama,
en el aire,
espectros de besos,
menudas larvas de perfumes o de costumbre
gracias a los cuales el olvido y mentira
nos desatan y conseguimos sonreir de veras
a esa felicidad que solo es posible en la inconsciencia.
una felicidad tan a la medida que es extraordinaria.



el doble malentendido que tenían que superar porque era falso, no podía ser que en un
abrazo, a menos que sí, a menos que tuviera que ser así.